domingo, 8 de diciembre de 2013

Economía española durante el reinado de los Austrias. Absolutismo y hambrunas

La dinastía de los Austrias reina en España durante los siglos XVI y XVII. Esta dinastía llega a España tras la muerte de Fernando V el Católico, que deja en herencia el trono de España a su nieto Carlos I, hijo de Felipe I el Hermoso y Juana I la Loca, heredero de la casa de Habsburgo, de la corona imperial con el nombre de CarlosV. Es, además, heredero de las coronas de Castilla, Aragón y Borgoña, a las que se añadirán los territorios de las Indias, recientemente descubiertas, Túnez y los Países Bajos, parte de la base territorial del Imperio. Los Habsburgo consolidan la monarquía absoluta.


A finales del siglo XVI la población de España se elevaba, aproximadamente, a unos ocho millones de personas. La población era eminentemente rural. Las tasas de natalidad eran muy altas, pero las catástrofes naturales y humanas reducían de manera sorprendente el posible crecimiento de la población. La mortalidad infantil era enorme, y las hambres, pestes y guerras se sucedían con frecuencia, aunque con desigual intensidad.

Durante esta época de los Austrias, fueron varios los años en que tuvo lugar una sobremortalidad, destacan las epidemias de 1597-1601 y de 1647-1651.

En total se expulsaron de España unas 300.000 personas, pertenecientes a minorías religiosas. En el orden económico, las consecuencias serían importantes. Además del descenso demográfico, difícil de remontar, se resintió toda la vida económica. Extensas zonas quedaron descuidadas, si no abandonadas; hubo una importante pérdida de censos (rentas agrarias) que los moriscos pagaban, con la consiguiente disminución de ingresos de señores laicos y eclesiásticos.

La sociedad eraestamental, dividida entre privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (pueblo llano).


Los nobles disponían de una serie de privilegios: derecho a elegir la mitad de los cargos de los municipios, preferencia en actos públicos frente a los plebeyos, derechos preferentes para ejercer la caza. En lo tocante a impuestos, estaban exentos de pago, ya que los nobles e hidalgos aportaban en la organización de la vida del Estado su dedicación a las armas para defenderlo, de la misma forma que el clero contribuía al buen orden del reino con sus oraciones. En consecuencia sólo pagaba el hombre plebeyo, general o llano, que se dedicaba a trabajar y pagaba con tributos o pechos. En el orden penal, los privilegios continuaban al disponer de cárceles distintas, no poder sufrir ciertos tipos de castigos y no poder ser encarcelados excepto por deudas, salvo si eran al Fisco, etc.

El mayorazgo como forma de propiedad privativa de la nobleza, consistía en que una cantidad determinada de bienes se apartaba del orden normal de sucesión, y dichos bienes quedaban vinculados a un orden sucesorio especial, que recaían notablemente en la primogenitura, con lo cual se evitaba la descomposición del patrimonio que servía de sostén a la familia propietaria del mayorazgo.
La sociedad reconocía los mayorazgos una manifestación de distinción y riqueza. Fruto de ello fue que surgieron fuertes desigualdades entre el hijo que recibía el mayorazgo y los otros.


En el transcurso de esta época existían en Castilla diversos tipos de señoríos. Fundamentalmente, los señoríos solariegos, el señor se considera dueño de las tierras comprendidas en el término. Los señoríos solariegos y jurisdiccionales, los señores no tenían tan amplios derechos sobre las tierras como en los solariegos. Y los señoríos jurisdiccionales, los señores no poseían la tierra, sino que el rey les otorgaba el privilegio de gobierno y cobro de las rentas e impuestos que los vecinos pagaban al monarca. Se da más en Aragón.

Menos numeroso que el estamento noble, pero de extraordinaria importancia, fue el clero, institución que gozó de una gran consideración social y su peso fue de singular relieve en la vida política, en una España que se erigió en la defensora máxima de la cristiandad. Fueron en gran medida los ideales religiosos los que llevaron a la España de los Austrias a las ininterrumpidas guerras contra los herejes y los infieles, ya fueran luteranos o calvinistas, en el centro o norte de Europa, o turcos en el Mediterráneo. Guerras que absorbieron todos los recursos del país y lo dejaron progresivamente agotado a comienzos del siglo XVII. Las donaciones y cesiones que le hacían eran importantes, y junto a la ordenada economía que la mayoría del clero llevaba al crecimiento de manera ininterrumpida del patrimonio de la misma, aumentando la propiedad amortizada. Y el clero, también tuvo una importante contribución a la Hacienda, especialmente durante el reinado de Felipe II.

El resto del pueblo, no tenía ninguna clase de privilegios.


La estructura del poder y la distribución de la propiedad rústica guardaban un perfecto paralelismo. Los grandes propietarios eran la Iglesia y la aristocracia, en primer lugar.

Como denominador común en ambos, no explotaban al máximo sus propiedades y, sobre todo, en el caso de la Iglesia, cedían las tierras en arrendamientos a largo plazo y a bajo coste y trataban al campesino, en general, con benignidad, sobre todo en años de malas cosechas.
Además, también eran propietarios de importancia la alta burguesía urbana y los campesinos enriquecidos, y ambos constituían los denominados en los documentos de la época, poderosos.

En general, se practicaba un tipo de agricultura con el que se pretendía obtener recursos suficientes para atender a una simple subsistencia; en los años de malas cosechas, debido al aislacionismo de su geografía y a los medios de transporte, tuvieron lugar terribles hambres.

En conjunto, la economía durante el reinado de Carlos I fue próspera. El incremento de la población y la colonización americana constituyeron excelentes incentivos para el incremento de la producción en la agricultura y en las manufacturas. Pero, tanto el incremento de la demanda como la llegada de grandes cantidades de oro y plata procedentes de América, propiciaron una subida de los precios de los productos agrícolas e industriales, que perjudicaba, lógicamente, la economía de los súbditos de la Corona, que se quejaban insistentemente del precio que alcanzaban muchos productos. La acción del gobierno se encaminó a atender sus peticiones.

En 1539 se estableció una tasa sobre el precio del trigo, limitando así la subida de los precios. Pero esta medida desincentivó a los productores; además, esta medida no impidió que los precios de otros productos agrícolas no sometidos a regulación continuasen aumentando. Existen constantes quejas respecto a la evolución de los precios de los tejidos. Las Cortes reaccionaron prohibiendo la exportación de paños, excepto a América (1548) y autorizando la importación de paños extranjeros (1552). Estas medidas llevaron inmediatamente a la depresión de la industria textil, y poco después, antes de 1560, fue necesario levantar la prohibición de exportar.

La evolución de la economía bajo el reinado de Felipe II (1557-1598) se halla fuertemente condicionada por la personalidad del monarca y su política de apoyo a ultranza de la causa de la Iglesia católica.


La preocupación por los problemas de la Hacienda fue constante a lo largo del reinado. La agobiante carencia de recursos obligó al rey a presionar excesivamente sobre todo tipo de actividad económica, desde la agrícola hasta la industrial, lo que acabaría produciendo su decaimiento, ante el peso de los excesivos controles e impuestos.

La presión de los banqueros obligó al monarca a suspender la prohibición de exportar metales preciosos en 1556.

Algunos aspectos de la política comercial fueron igualmente negativos, como la protección de las exportaciones de lana de excelente calidad, que retornaba al país en forma de costosas importaciones de paños. También tuvo efectos muy negativos la política monetaria basada en la defensa de la moneda de buena calidad.


El peso de la Hacienda y una política económica condicionada por las necesidades del Estado colocaron a amplísimas capas de la población española en una condición de pobreza. El panorama que presentaba la economía española a fines del siglo XVI era desolador.

Poco después comenzaría la gran epidemia de 1597-1601, que supuso una pérdida de 500.000 personas.
El exceso de impuestos, la carencia de planes concretos, la situación económica de desastre, propiciaban que surgieran los arbitristas para hallar prontas, eficaces y simples medidas de salvación en una situación compleja y difícil.

El Estado se había impuesto un esfuerzo demasiado extraordinario y quedó asfixiado por decenios. La política llevada a cabo acarreó la ruina económica y civil de España y la división de su Imperio.

Más información aquí,aquí,aquí y aquí.



No hay comentarios:

Publicar un comentario